Todos estos días te he estado
recordando. A veces apareces en mis sueños e incluso puedo hablar contigo,
aunque sean unas cuantas palabras nada más. Sigo sin creer nada de lo que ha
pasado. Mi mente sólo alcanza a decirme que te fuiste a otro país y que estás
tomando un café al aire libre, disfrutando del buen clima.
Cuando la resignación me invade,
pienso entonces que te convertiste en viento, que recorres los campos, pasas a
través de los árboles y llegas de forma
intempestiva a saludarme. Después te retiras a jugar con los colibrís. Los
observas con el mismo gusto de cuando estabas aquí y luego los llevas hacia
nuevas rutas, nuevos caminos. Caminos que no puedo recorrer todavía.
Han sido días raros y tristes. Te
hemos extrañado muchísimo y deseamos que las cosas fueran diferentes. Yo sólo
pido un día más para agradecerte todo y despedirte como se despide a alguien
que está por subirse a un tren, desearte buen viaje y que no nos olvides.
Y como nada de ésto se puede
hacer, sólo puedo ponerme a recordar todo lo vivido. Todos esos momentos que
guardo con mucho cariño ahora forman parte de mí.
Lo que en mi vida pueda lograr,
lo haré por ti, y también será posible gracias a lo que nos enseñaste. Por ti
seré un patriarca, un hombre de bien, alguien a quien la gente respete por
quien es, y no por miedo u obligación.
Algún día seré capaz de lograrlo.
Pero por favor, no dejes de saludarme.