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viernes, 4 de enero de 2013

Carta perdida No.1 - Ya no les creo

 21 de septiembre de 20XX



Buenas tardes Padre Arnoldo,


No sé si se acuerde de mí. Yo lo conozco desde hace más de 15 años, cuando usted era sólo un joven que apenas estaba decidiendo su vocación por el sacerdocio. Yo soy un padre de familia que fue un fiel seguidor a su instutición y a sus mandamientos.

Quería comentarle mediante esta carta que he decidido dejar de inculcar a mis hijos todo lo que su comunidad predica como la más absoluta verdad. Mucho tiempo pensé que ustedes eran guías para la salvación de nuestras almas pero con paso de los años el desencanto acompañado del sentido común me han hecho llegar a esta conclusión: ya no les creo.

Ni a usted ni a ninguno que quiera ponerse de intermediario entre lo humano y lo divino. Qué fácil fue suprimir de la noche a la mañana el limbo y qué fácil será que nos digan otra cosa similar como si ustedes se hubieran muerto y regresado con noticias del otro lado. No dudo que hay un Dios o un primer motor de todas las cosas, pero no necesito sus doctrinas retrógradas para llegar a ese razonamiento.

Aún recuerdo cuando nos enviaron a comunidades pobres (realmente pobres) para tocar de puerta en puerta, pidiendo a la gente que rezaran para la canonización del santo que ustedes tienen por bandera, cuya santidad y enriquecimiento con la fe me han parecido la misma cosa. La gente no sabía qué iba a comer mañana y ustedes (cabrones), todavía tenían los pantalones para pedirles que rezaran por una persona que finalmente alcanzó la "santidad" en tiempo récord ¿Cómo fue posible? ¿Cuánto dinero se recaudó en ese tiempo? Me parece un insulto a la inteligencia... Ya no les creo.

Con qué cinismo nos piden hacer votos de pobreza cuando el Estado que ustedes poseen es de los más ricos del mundo. Todos los días, comen y beben como reyes desde la cuna hasta la mortaja. Usan ropa de diseñador, no declaran impuestos, y aún así, nos piden que nosotros nos portemos diferente. Ya no les creo.

De los abusos sexuales y del silencio inmundo que existe en su "institución", todo está demasiado claro y turbio al mismo tiempo.

Nunca más les pediré consejos matrimoniales cuando su institución rebaja a la mujer a un punto en el que ni siquiera se le permite ejercer el sacerdocio. ¿Dónde está la igualdad para ustedes? 

A modo de reflexión, si es que todavía sigue leyendo el resto de la carta, sólo quiero terminar diciendo que qué fácil es engañar a la gente con la religión y aprovecharse de la buena voluntad de la misma. Distorsionan la imagen de Dios para su beneficio.

Yo, por el momento sólo le diré que acaba de perder a uno de sus adeptos. La religión me ha dejado de parecer divina, es sólo humana para mí. Hasta nunca.


R.M.

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