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viernes, 4 de enero de 2013

Las Cartas Perdidas - Introducción

No hace mucho tiempo, en una vieja casa del centro de la ciudad, unos hombres que daban mantenimiento al inmueble encontraron varias maletas llenas de cartas viejas. La cantidad era tal, que parecía que el antiguo dueño de los velices hubiera robado un cargamento del servicio postal. Un dato impactante de este descubrimiento es que el remitente (obligatorio desde hace más de 80 años por el correo de nuestro país) de todas y cada una de ellas estaba en blanco. Por lo que sería necesario abrirlas para saber quién las enviaba.

¿Qué hacían ahí? ¿Cuál era el interés de la persona que las guardó? La noticia contagió rápidamente a toda la gente de XXXXXXX, Y fueron muchos curiosos a ver el hallazgo, muchos se entretenían con todos los diseños de los sobres. Otros trataban de reconocer el destinatario sin mucho éxito. Pasaban los meses y la gente no perdía el interés en el acontecimiento.

Finalmente, el alcalde dio la orden de que cualquier persona era libre de tomar la carta que gustara, siempre y cuando la leyera en voz alta en el zócalo de la ciudad. Para tal efecto, ya se habían instalado un micrófono y bocinas para todo aquel que quisiera escuchar algo que nunca llegó a su destino.

Fueron muchas personas las que tomaban una carta y pasaban a leerla enfrente de un público silencioso y atento (incluido yo por supuesto). Cada vez que tuve la oportunidad, tomaba lápiz y pluma y escribía a toda prisa las cartas que se escuchaban claramente en las tardes del centro, tratando de recopilarlas y algún día publicarlas, por si algún destinatario perdido llegaba a leerlas.

Sin más préambulo, les presento la colección De Las Cartas Perdidas.    

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