Entonces, ¿Cómo le hacemos?

Qué tal muchachos, aquí les tengo la nueva entrada para el lunes, un poco más temprano.

Sucedió no hace mucho, digamos que hace unas semanas. Ya era de noche y en la casa apenas nos dimos cuenta de que no había leche en el refri. Como ya era un poco tarde, o sea, las 11 de la noche, y también ya estaba cerrado el súper que está en frente de mi casa, tuve que agarrar el coche e ir en busca de alguno de esos oxxos que abren las 24 horas.

Y como NO HAY MUCHOS oxxos cerca de mi casa, apenas encontré uno a unas cuantas cuadras. Pagué por cuatro litros a través de la ventanilla y prendí el carro para regresar. El trayecto redondo toma menos de 5 minutos. Justo cuando estaba dando vuelta en el último semáforo rumbo a mi casa (a menos de una cuadra de distancia), una patrulla me indicó que me orillara (a la orilla jua jua jua). Yo me saqué de onda, pues aparte de ser la primera vez que me detenían, no entendía la razón de que así lo hicieran. Ni me había pasado el alto y ni iba rápido.

Se bajó un policía de la patrulla y me dijo con aire amigable: "Buenas noches joven, no trae las luces prendidas". "Pero qué tonto!" -pensé. Se me había olvidado por completo prenderlas a la hora de regresarme. Le dije que no me había dado cuenta. Que vengo del oxxo que está a unas 3 cuadras y que había sido un pequeño desliz. No dijo nada. Sólo me pidió mi licencia y la tarjeta de circulación y se regresó con ambas a la patrulla.

No pasaron dos segundos cuando salió un segundo oficial, pero éste llegó conmigo en un plan más agresivo: "Le vamos a quitar su licencia por no traer las luces prendidas". A lo que yo respondí con sorpresa. "Pero si vengo del oxxo, oficial! El que está aquí a tres cuadras! Fue un pequeño detalle que olvidé". Mientras decía yo ésto, le mostré que traía los litros de leche en el asiento del copiloto. El policía, más chango que humano, me dijo: "¿Y cómo voy a saber si usted viene más cerca o lejos de dónde me dice? Le vamos a retirar la licencia. Tiene que ir a pagar a bla bla bla". Ya tenía él todo el discurso preparado para no salir de lo mismo. Yo sólo pensaba en que necesitaba la licencia porque el carro lo utilizo todos los días para ir al trabajo. Sin él, tardaría más de una hora en llegar allá. Y como todos sabemos, el que no tiene licencia, siempre tiene la culpa.

Después de eso, regresó el policía alivianado. Le volví a decir que fue un pequeño problema que no ví, pero que viera que mi trayecto fue mínimo. Él se dio cuenta de que yo vivía justo al dar la vuelta y que todo estaba en orden. Con un tono amigable me dijo: "Entonces, ¿Cómo le hacemos, joven?" Inmediatamente comprendí lo que buscaban con esa frase.

Lamentablemente, entre la sorpresa de ser detenido por primera vez, la preocupación y la incomprensión de los policías ante la nonada que para mí era no traer las luces prendidas, dije: "Sólo traigo el cambio de la leche, poli: 50 varos".

El policia sólo asintió con la cabeza, al mismo tiempo que estiraba su manota para recibir el Morelos que yo le tendía. En menos de 20 segundos yo ya estaba en mi casa, todavía inquieto y molesto porque caí en lo que siempre había criticado. Caí de una manera muy fácil, por una tontería. Me volví parte de ese sistema de corrupción masivo que alimenta lo peor de este país. Prometí no volverlo a hacer. La próxima vez, aceptaré pagar una multa y ser yo quien sorprenda a esos policías al no aceptar dar su apestosa mordida. Nunca más!