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jueves, 1 de marzo de 2012

Toma la bicicleta

Y huye en ella. Si fueras yo, irías al centro de la ciudad. Ahí donde el tiempo se ha detenido. A esa zona donde mis recuerdos se quedaron guardados. Pero ve despacio, y pon atención a todos los detalles que hacen hermosa a la ciudad: a ese atardecer que se esconde poco a poco entre los edificios de diferentes épocas, a las muchachas y muchachos de secundaria que pasean por las calles con sus uniformes, a esa estatua de Juan del Jarro, a ese helado que completa tu tarde, a ese vendedor de globos o a esas señoras vendedoras de rosas que acosan a las parejas que no encuentran intimidad en otra parte.

Al girar a la derecha llegarás al templo de San Francisco, donde hace algunos años una maestra nos enseñó a apreciar ese increíble lugar. Observa la fuente y piensa en toda la gente que por ahí ha pasado, en aquéllos que eran jóvenes y que hoy, ya adultos, siguen atravesando ese jardín. Si tienes tiempo, ingresa al interior. Notarás que está un poco oscuro. Es normal para la época en que fue construido. Siéntate en una de las bancas, observa las pinturas y las estatuas de los santos y respira hondo: da gracias por estar vivo y de vivir en estos días. Mira arriba. Hay una hermosa carabela de cristal que fue hecha en tiempos de la colonia. Hay otra en el Santuario y la tercera nadie sabe qué fue de ella. La luz que pasa por los vitrales forman un cuadro difícil de olvidar.

Si todavía no estás enamorado de tanta belleza, te propongo algo. Dirígete al norte de San Francisco, llegarás al Teatro de la Paz pero, sobre todo, llegarás al templo más importante de todos (al menos para este ingenierillo). Es el templo del Carmen. Tú no lo sabes, pero ese inmueble representa todo un estilo, una época, y me representa a mí. Esa iglesia barroca de estilo Churrigueresco y con tanta símbología de la Contrarreforma es lo más complejo que se ha visto en estos lares. Acércate con cuidado y con respeto. Apoya tu mano en alguna de las columnas que adornan la entrada y te pido que cierres los ojos y trates de sentir esas manos que labraron esa piedra hace varios siglos atrás. Piensa en el esfuerzo y en la inteligencia de aquellas personas que trazaron la ciudad que hoy conocemos. Suspira y si gustas, ve hasta el altar. Observa la cantidad de detalles por todas partes, en todo ese caos tan bien ordenado. A la izquierda está el Sagrario Camarín, yo estuve en muchas ocasiones ahí. Las más veces estuve apreciando el arte del templo; las menos, rezando.

Vuelve a casa por la avenida principal. Ten precaución de no atropellar transeúntes y de no ser atropellado por los camiones. Descansa y piensa en el viaje que has hecho hoy porque yo, de sólo contarlo, vaya que lo he disfrutado.

1 comentario:

  1. muy padre! mi imaginación voló :) nice! a mi papá tmb le encanta ir a misa a esa iglesia para ver los detalles y perderse 1 hora jajaja

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