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viernes, 5 de octubre de 2012

Crónicas de un soldado en tiempos de paz - Parte II

- Despierta papá!!! Eso fue lo que escuchó Rodrigo después de perder la conciencia desde hacía varias horas. El piso se encontraba lleno de balas y estaba lloviendo. Apenas pudo abrir sus ojos y vio que a su lado yacía Matilde, quien lloraba desconsoladamente y de rodillas. Era un poco tarde y el bosque empezaba a oscurecer poco a poco.

El malherido quiso moverse pero no pudo: un dolor agudo estaba presente todo el tiempo en su costado izquierdo. De momentos su vista se nublaba y un frío inexplicable recorría los dedos de sus pies. Fue entonces cuando Rodrigo comprendió resignadamente que era momento de partir.

- Hijita mía, acércate a mí. Recarga tu cabeza contra mi pecho, como la primera que te tuve en mis brazos...

Matilde miró fijamente a su papá y al mismo tiempo se negaba a escuchar lo que Rodrigo realmente quería decirle.

- Papá... Vamos! Tienes que levantarte! No puedes irte todavía! Me prometiste que siempre estarías para mí... Que estarías conmigo para luchar por las cosas que queremos, como me enseñaste... Vamos papá! Tenemos que ir al parque! Tenemos que ir a la feria del condado, me prometiste que este año sí iríamos y que comeríamos algodón de azúcar... Yo quiero estar contigo...!!!

Rodrigo, con no poco esfuerzo, extendió su mano derecha para limpiar las lágrimas de su hija. Él también comenzó a llorar. Sería la última vez que podría estar cerca de la niña que cambió su vida 16 años atrás. Muchos momentos pasaron por su mente. Recordó cuando le contaba historias para dormir, o también cuando, jugando en el jardín, la pobrecita se raspó las rodillas y fue necesario curarle las heridas. De cuando le enseñó a interpretar las constelaciones durante las noches de verano, o a hacer una fogata como lo harían los militares. Esos bellos recuerdos nadie se los quitaría; ya eran parte de él. Su último pensamiento fue sentirse alegre de haber sido parte de una hermosa coincidencia.
 
La lluvia continuaba y el sonido de la misma era lo único que se escuchaba. Matilde ya no dijo más. Bajó la mirada al darse cuenta que ya no podía hacer nada, sólo recargar su cabeza contra el pecho de Rodrigo y recordar todo lo que vivieron como familia.



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